viernes, 30 de noviembre de 2012

Contra-Mecanizado

Miró, bajó, corrió... dejó atrás todo lo que no le pertenecía  todo lo que le hacía daño, todo lo que sin sentido para él, se esforzaba en tener sentido para todos. Se esfumó. Murió.

Cuando abrió los ojos tranquilo, relajado, viendo los mismos rostros de siempre pero con el aire de una mañana nublada se sintió feliz, deseoso de correr al trabajo y decir que renunciaba. Renunciaba a ser solo él y nada mas que él. Quería correr a la tienda, comprar tijeras, pinceles, lapices, pinturas, y papeles de varios colores y uno que otro chocolate para el rato. Quería hacer mascaras... y utilizarlas.

Solo el sabría el proceso oscuro de su fabricación, la realidad y fantasía dentro de ellas, la probabilidad de que alguien lo reconozca bajo la mascara de la melancolía, del miedo... o la del cinismo.

Durante noches y noches fueron construidas y cada día iban siendo utilizadas una por una, alejándose con ellas de las personas quienes le inspiraban asco, quienes le parecían hipócritas, quienes le habían arrancado una a una las escamas del querer... esas personas a las que algún día creyó pertenecer, con las que algún día compartió, soñó, converso y voló. Las mató dentro de su muerte fingida. Las odió.

Una madrugada del algún mes que olvidé él sonrió.



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